Los delicados sonidos de tus dedos delirantes esparcen sus cenizas sobre mi,
y tu labios verdes fuerzan la cordura de mis mares, hundiéndose en mi purpura realidad,
la crudeza del ambiente que nos corroe, que quema nuestras paredes interiores como ácido sulfúrico,
traído de algún valle de fluorescente decadencia.
Dejas la chaqueta a un lado y te enrollas sobre las ondas,
doblado y curvado, disfrutando tus venas,
osado, desafiando todo, retando a la vida,
coqueteandole a la serotonina, a tu dopamina,
a todos los deseos que tu cerebro azul demanda sentir,
rompes los puentes, los hilos, tus neuronas retroceden, se adelantan,
en aleatorias conexiones de momentos irrevocablemente dañinos.
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